Para el año 2004 el atleta Usain Bolt tenía 17 años y ya era catalogado como una promesa por el atletismo mundial, empezó a entrenarse de cara a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 pero en el Mundial de Atletismo Juvenil de Grosseto, Italia, certamen al cual arribaba al límite por una lesión en el tendón de la corva, se vio obligado a abandonar, tras sufrir un pequeño desgarro en el isquiotibial. Al llegar a las olimpiadas de Atenas, su cuerpo jugaba en su contra, fue eliminado en la primera ronda de los 200 metros tras sufrir una nueva lesión en el tendón de la corva y se volvía a su país cargado de frustración. Le diagnosticaron escoliosis, como consecuencia de su altura de 1,95 metros y su mala alimentación en sus primeros años de vida, su columna se había desviado levemente hacia su derecha. Tras conocer esto decidió cambiar de entrenador y acudir con un médico especialista que le recomendó un tratamiento basado en fortalecer los músculos de su espalda, para proteger la columna y evitar así las lesiones. En 2006 pudo dejar sus problemas atrás. Nuevamente en Atenas, pero ahora en el Mundial de Atletismo, consiguió su primera medalla de plata y desde allí no se detuvo. Desde entonces, Bolt transformó la escoliosis en un aliado y los expertos descubrieron que su asimetría al correr, producto de tener una pierna más larga que la otra, sus 1,95 metros de altura y su capacidad, lo convertían en un ser prácticamente inalcanzable en velocidad y, por lo tanto, en el humano más rápido de la historia. El jamaiquino acumuló ocho medallas de oro olímpicas y 11 títulos mundiales, es el dueño de los récords mundiales en 100 y 200 metros y es parte de la historia grande del deporte.
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