A medida que el golf ha evolucionado durante las últimas dos décadas, el swing de golf se ha vuelto más potente. Durante el descenso, una mayor fuerza de compresión se dirige hacia el disco intervertebral y las articulaciones facetarias, esto afecta a estas estructuras asimétricamente. Con más de 300 swings por día de juego de golf, el golfista experimenta repetidamente lesiones traumáticas menores en la columna vertebral, que con el tiempo pueden resultar en un proceso denominado “discopatía traumática repetitiva” que conlleva a una lesión de inicio temprano, inestabilidad y dolor.
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